Grandes Hallazgos Arqueológicos XVI: Altamira, la "Capilla Sixtina" del Arte Cuaternario.

Vista de la Sixtina del Paleolítico.
Un día de verano de 1879 Marcelino Sanz de Sautuola, licenciado en Derecho y aficionado a la Arqueología, inspeccionaba una colina cercana a Santillana del Mar (Cantabria) junto con María, su hija pequeña de ocho años. Y en un momento determinado, en la Cueva llamada de Altamira, Marcelino prospectaba el suelo en busca de fósiles o herramientas de antiguos humanos mientras su hija, que sostenía un candil. alzó la mirada a la par que se iluminaba el techo y dijo: “¡Papá, mira! ¡Bueyes pintados!”. Su padre miró y ambos fueron los primeros en contemplar el arte de los prístinos Homo Sapiens de hace casi 20.000 años, habían descubierto la "Capilla Sixtina del arte cuaternario", título otorgado en 1908 por el arqueólogo Joseph Déchelette

Marcelino Sanz de Sautuola.
Marcelino quedó cautivado y durante todo un año realizó un profundo y detallado informe de sus investigaciones y lo publicó en 1880, en un momento en que no se conocía nada igual. Él lo bautizó como arte paleolítico, pero hubo una gran controversia, ningún historiador y científico de la época podía aceptar que esas bellas pinturas habían sido hechas por los sapiens del Cuaternario. Muchos hablaron de fraude, las pinturas de Altamira eran demasiado perfectas en perspectiva y técnica, eran incompatibles con las etapas de la evolución humana que había en ese momento. Mientras los creacionistas daban credibilidad al hallazgo, al demostrar que Dios había dotado al hombre de inteligencia desde su creación. 

Techo de la sala de toros de la Cueva de Lascaux (suroeste de Francia)
Friso de los Caballos, bisontes y rinocerontes de la Cueva Chauvet en Francia, descubierta en 1994.
Pero la polémica sobre Altamira pronto fue zanjada, aunque Marcelino murió sin el reconocimiento merecido en 1888. A finales del siglo XIX y principios del XX empezaron a descubrirse otras cuevas con pinturas y grabados rupestres, como las cuevas de Lascaux La Mouthe, Pair-non-Pair, Les Combarelles en Francia, que contenían arte paleolítico, y del excpeticismo se paso a la aceptación. De este modo, en 1902 el prehistoriador francés Émile Cartailhac reconoció la autenticidad de Altamira y la relevancia del arte rupestre. Finalmente, Altamira y su descubridor Sautuola tuvieron el recogimiento de la comunidad científica. Émile llegó incluso a visitar a la hija de Sautuola y pedirle disculpas por haber negado la autenticidad de las pinturas. Y Altamira se convirtió en un símbolo del ser humano y Patrimonio de la Humanidad, del arte de los sapiens del Paleolítico Superior, que es la mejor expresión de su pensamiento y sus creencias.

Los bisontes del Altamira según Sautuola.
El arte paleolítico alcanza su cenit en la Cueva de Altamira, de unos 210 metros de longitud, dividida en distintos tramos, es en el más cercano a su entrada donde tenemos ese magnífico techo de bisontes de Altamira, llenos de perspectiva y policromía. Altamira ilustra el vestuario del Cuaternario, ya que el clima y paisaje de la Península Ibérica y de Santillana del Mar era muy diferente en el Paleolítico superior que en la actualidad. El Paleolítico superior es la etapa final del Paleolítico que se extiende hasta el Holoceno, etapa en la que aún vivimos y que se inicia hace unos 10.000 años y que inaugura un clima menos frío y templado, y supone el fin de la macrofauna. En el Paleolítico superior hace unos 40.000 años aproximadamente en Cantabria el clima era mas frío y húmedo, la vegetación y fauna eran totalmente diferentes, y había grandes manifiestos como el Uro, especie de gran toro, el mamut, el bisonte o el reno, junto con el caballo, el ciervo o la cabra. 

Plano de la Cueva de Altamira.
Clima y fauna que convertían a las cuevas en el perfecto refugio para los primeros grupos de sapiens. Grupos que se dedicaban a la recolección de frutos salvajes, a la caza de esa fauna y al marisqueo. Además de fabrican buenas herramientas y útiles de silex, hueso y asta de los animales que cazaban, una tecnología que también utilizaban para ilustrar escenas en sus cuevas santuario. Altamira va a ser habitada por muchos de esos grupos humanos durante el Paleolítico superior, desde el Auriñaciense hasta el Magdaleniense. Tras la entrada de la cueva, que se derrumbó hace 15.500 años, se entraba en un espacioso vestíbulo de unos 25 metros de longitud, donde los grupos de sapiens desarrollaban su vida, resguardados del hostil clima. Hacia dentro de la cueva no se consideraba hábitat, las galerías interiores se utilizan para desarrollar su simbología y ritualidad, a través de grabados, signos y pinturas, la más cercana al hábitat era la sala de los polímocros y su celebre techo. 

Vista de los signos negros tectiformes en la galería final de Altamira.
Las primeras pinturas de Altamira se hicieron en el Auriñaciense, hace unos 35.000 años, uno de los sapiens con ocre y sus dedos pintó en el techo unos signos en forma de varias curvas paralelas rojas, miles de años antes que los bisontes. Luego, durante el Gravitiense y Solutrense, hace 26.000 años, pintaron puntos, manos y muchos caballos de orce rojo, representados enfrentados y levantados de manos en disputa, en época de celo. Y en una enigmática galería de un metro de ancho y cinco de largo, llamada divertículo rojo, los artistas paleolíticos pintaron muchos y extraños signos rojos, los denominados signos tectiformes, como óvalos compartimentados, o los escaliformes, signos de lineas paralelas cruzadas con otras transversales que se asemejan a su escalera esquemática. Otros signos tectiformes son los llamados signos tectiformes negros, que se encuentran, sobre todo, en la galería final o "cola de caballo", signos entramados dibujados con carbón que recuerdan a las techumbres de las cabañas, son claros símbolos territoriales. 

Una de las "máscaras" o rostros de la cola de caballo, galería final de Altamira
Durante la etapa final de Paleolítico o Magdaleniense, desde hace unos 20.000 años, Altamira se llena de símbolos y pinturas, fundamentalmente ciervos grabados con la boca abierta demostrando su celo. Además en la "cola de caballo" aparecen las denominadas "máscaras", caras de animales o humanas, aprovechando los relieves naturales de la roca, jugando con pequeños pigmentos negros y la luz emergían rostros, hocicos. narices u ojos, que dan vida a la inerte roca. 

Vista de la Sixtina del Cuaternario o techo de los Policromos.
Esos avanzados artistas del Magdaleniense van a llenar el techo de los sublimes bisontes polícromos utilizando el rojo y el negro, colores extraídos del carbón y el ocre, o con trozos a modo de lápiz cuaternario o con los minarles hechos polvo y diluidos en agua siendo extendidos con la mano. Y eran bicromas, pero el desgaste natural de la roca y la filtración del agua ha hecho que la roca quede vista y sean policromadas. Cuando se hicieron la pintura roja ocupaba toda la roca, sólo se dejaban unos finas líneas sin pigmentos para dar volumen y profundidad, y distinguir las patas del cuerpo de los bisontes. Que son prodigios de volumen, muchos están hechos aprovechando bultos naturales del techo rocoso, dando forma al cuerpo de los bisontes, toda una audacia paleolítica. 

Uno de los Bisontes lleno de volumen y cromatismo.
Los bisontes están representados en distintas posturas, tumbados rumiando o revolcándose, en mi opinión, es muy lógico pensar que estamos ante una manada de bisontes en celo, como ya dijo Leroy-Gourhan, sus posturas indican un rictus de apareamiento en una escena que ocupa todo el techo. Tienen que ver con los ritos de fecundidad y de transito a la madurez, que son los dos rituales más repetidos de la humanidad. El tema del celo y la fecundidad queda aseverado con la cierva pintada junto a los bisontes, que está realizada sobre un bulto rocoso para simular que estaba en cinta, y dos caballos completan la escena del techo. La bien llamada "capilla sixtina" del arte paleolítico fue pintada con una inusitada destreza técnica, llegan a utilizar la renacentista técnica del dibujo a carboncillo, para representar fielmente posturas y formas de los animales. Los artistas del Magdaleniense se iluminaban utilizando primitivas lamparas, creadas sobre hueso usando como combustible el tuétano, altamente graso, de los huesos de animales. Creaban un arte naturalista, simbólico y sociológico, para acceder con la esfera intangible del primer proyecto ideológico del sapiens, esos animales y signos abstractos son la plasmación de sus pensamientos e ideas, de su mundo simbólico.

Otro de los naturalistas bisontes
Un arte en el que combinaban la naturaleza, la roca y la pintura, como muestra de su simbolismo y ritualidad no tangible, es la fusión del pensamiento abstracto del sapiens con la piedra. Estos cazadores-recolectores unen sus ideas con la naturaleza, siendo a la vez un arte colectivo que supone la plasmación de la esfera social del sapiens. Un arte social, para el que los sapiens elaboraron un código, por eso no se sabe el significado concreto de todos los elementos. Un código en el que ilustraban su imaginario colectivo, es muy posible que para dar significado a su papel en la naturaleza. Es un código creado a partir de los pensamientos, sueños e imaginación de los humanos del Cuaternario. Esos artistas, que creaban caras en lo más profundo de Altamira o bisontes en su techo, podían ser una especie de chamanes que conectaban la sociedad con la naturaleza, plasmando su pensamiento simbólico a través de los grabados y las pinturas. 

Científicos toman muestras de la policromía del techo de Altamira.
Pinturas que son una joya a conservar, en 1978 el Ministerio de Cultura adquirió Altamira y la cerró para su conservación y correcta gestión limitando el numero de visitas. Luego se decidió crear un museo y replica de la cueva, la llamada Neocueva terminada en 2001, una gran reproducción del techo de los Policromos hecha como la hicieron los sapiens hace viente milenios. Dos pintores, Pedro Saura y Matilde Múzquiz pintaron los bisontes con las mismas técnicas paleolíticas y la Neocueva es una gran forma de conocer Altamira. Una cueva muy frágil, de modo que, en 2013 se cerró de nuevo, y sólo puede acceder cinco personas elegidas por sorteo un día a la semana, con la idea de proteger este Patrimonio Mundial. 

Un grupo escolar visitando la Neocueva en el Museo de Altamira.
En definitiva, es muy lógico pensar que estamos ante un arte humano, social y naturalista, que ilustra el mundo simbólico, de las ideas y las creencias del Sapiens. Como señala Reinach es, evidentemente, un arte propiciatorio de la caza y la fecundidad, y, en mi opinión, también está muy ligado a la territorialidad. Según Conkey y Camphion, es un arte creador de cuevas santuario, que son epicentros de interconexiones y alianzas intergrupales favorecedoras de los intercambios entre grupos, delimitando la territorialidad del sapiens. Cada grupo tendría su cueva, su código y sus rituales celebrados en cuevas como Altamira. Los grabados y pinturas rupestres son el testimonio de su conexión con la naturaleza, de unas sociedades cuya base y forma de vida era la caza y la recolección.

Bibliografía: 
A. Moure Romanillos. El Arte Prehistórico. Madrid, 1999. J. González Echegaray, 
J. Gonzalez Echegaray y J. A. Lasheras. El significado del arte paleolítico. Ministerio de Cultura, Madrid, 2005. 
J. Calvo Poyato. Altamira. Historia de una polémica. Stella Maris, Barcelona, 2015. 
J. A. Lasheras. Altamira, la joya del arte paleolítico. Historia de National Geographic nº 145, 2016. 

Fotografías: 
Wikipedia y National Geographic. 

Enlace Web del Museo de Altamira:

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