Grandes Hallazgos Arqueológicos XIII: El templo de Ramses II en Abu Simbel.

Fachada del Templo de Ramses II en Abu Simbel.
Bajo las arenas del desierto de Abu Simbel, cercano a Nubia, esperaba ser descubierto uno de los templos más majestuosos de la Humanidad, totalmente desconocido hasta inicios del siglo XIX. En 1813 un viajero suizo llamado Johann Ludwig Burckhardt, ya conocido en Mundo de Babel como descubridor de Petra, fue el primero en localizar Abu Simbel y el descomunal templo enterrado en la arena de Ramses II. Sólo pudo atisbar su grandeza y se dio cuenta de que bajo la arena había un vastísimo templo. De modo que, cuando regresó a El Cairo, en 1815, compartió su experiencia con Henry Salt, embajador inglés en Egipto, y su asistente Giovanni Belzoni

Giovanni Battista Belzoni, vestido al modo egipcio del XIX.
Giovanni era un italiano de Padua, antiguo forzudo de circo, conocido como el Sansón Patagonio, por su estatura, cercana a los dos metros, y por levantar a doce hombres sobre sus hombros. Tras un largo caminar por Europa como artista llegó a Egipto, donde acabo siendo ingeniero, explorador y buscador de antigüedades de Salt. Giovanni en 1816, por encargo de Salt y acompañado de su esposa Sarah, viajó al Alto Egipto (Nubia) para localizar Abu Simbel, guiado por las indicaciones de Burckhardt. Y localizó sin problema los grandes templos enterrados en la arena realizando una prospección visual, calculando posibles dimisiones y situación de la entrada. Localizó una cabeza del dios Horus (con cabeza de halcón) y entendió que debajo estaba la entrada cubierta por 11 metros de arena, demostrando una gran intuición. 

Vista nocturna, en el centro la puerta, bajo esa imagen de Horus excavada en la roca.
Le costó, pero llegó a un acuerdo con el jefe de la aldea cercana para que le ayudaran en la tarea de limpiar arena. Y logró un acuerdo con la figura política de la región, Hussein Kachif, que accedió a que Belzoni entrara en el templo por la mitad de los tesoros encontrados en su interior. Con esos acuerdos regresan a la zona y emprende la ardua tarea de excavar, pero se encontró con que el jefe del poblado había roto su pacto y no ofrecía hombres para excavar. Belzoni, experto y muy listo, todo un paradigma de aventurero del siglo XIX, logra disuadir económicamente y obligar al jefe de la aldea y, finalmente, 40 aldeanos se pusieron a trabajar en la excavación. La excavación se inicia y avanza, pero los nubios estaban empeñados en retrasarla para sacar más dinero a Belzoni. Que, rápidamente, se da cuenta que el presupuesto inicial de excavación no es suficiente ante la magnitud del hallazgo y decide regresar a El Cairo. No sin antes llegar a un acuerdo con el díscolo jefe tribal para que nadie pudiera excavar en la zona.

Plano del Templo de Ramses II en Abu Simbel.
En el verano de 1817 Belzoni regresa a Abu Simbel, con energías y recursos monetarios renovados, tras regalar al jefe del poblado numerosos presentes, los trabajos se reanudaron donde los habían dejado. No obstante, los nubios continuaban retrasando la excavación, de modo que Belzoni, ayudado por dos militares Charles Irby y James Mangles, decidió excavar a su aire. Tras largas jornadas y muchas horas de trabajo, y a pesar de los intentos de sabotaje de los trabajadores, robos de armas y todo tipo de incidentes, Belzoni y los suyos lograron encontrar la entrada y excavar un agujero por el cabía una persona. Y al día siguiente, por precaución ante lo viciado que podía estar el aire dentro del templo, decidieron entrar en el templo. No obstante, se produce una fuerte disputa con el líder de los trabajadores, un tal Hassan, y aprovechado el desconcierto un interprete armenio llamado Giovanni Falati se coló en el templo, siendo el primero en entrar. Tras un tiempo se dieron cuenta de que el interprete había entrado y por ese motivo, raudos, entraron Belzoni y los díscolos trabajadores al templo.

Grabado del templo realizado por Richard Lepsius.
Un gran momento para Egiptología y la arqueología, el gran templo de Ramses II era explorado miles de años después de su construcción. Belzoni y los suyos quedaron obnubilados por los ochos descomunales pilares-estatua con forma de Osiris que flaqueaban la nave principal del templo, las denominadas estatuas osiríacas, al representar a Ramses II con la postura del dios del más allá egipcio, Osiris. Por los relieves detallados y sublimes que consignaban la Batalla de Qadesh, del imperio egipcio de Ramses II contra los Hititas. Belzoni recogió los pocos objetos que encontró (como dos leones con cabeza de Halcón). Mientras que Mangles e Irby realizaron planos detallados del templo. Tras eso la expedición regresó a El Cairo, y Abu Simbel se convirtió en un símbolo de Egipto. 

Gigantescas estatuas-pilares osiríacos de la imensa sala hipostila del templo, y vemos las pinturas en techo y paredes.
Poco después, en 1819, los británicos Henry Beechey, secretario del mencionado Salt, William Bankes y el francés Louis Linant llegan a Abu Simbel y realizan la gran exploración y descripción completa de sus templos, encontrando el Templo menor, también excavado en la roca, dedicado a la esposa de Ramses II, Nefertari, junto al gran templo que descubrió Belzoni. Describen al detalle su interior, centrándose en esculturas y relieves. Sufriendo temperaturas en interior de hasta 44 grados, lo que arruinó muchos de sus cuadernos de trabajo. El templo de Ramses II y Abu Simbel ya eran legendarios, un mito e hito para viajeros, exploradores e investigadores decimonónicos. Hay que mencionar que en célebre Francis Champollion, descubridor de la relevante Piedra de Rosetta, viajó a Abu Simbel. Y descubrió en las miles de inscripciones jeroglíficas con el nombre de Ramses II, una de las claves para su famosa transcripción la escritura más bella de las Historia, los pictogramas o jeroglíficos, completando las claves de la Piedra de Rosetta. Posteriormente, en 1843 Richard Lepsius completó la descripción y excavación del Templo de Ramses II en Abu Simbel. Un templo que es, por tamaño y decoración, uno de los más magníficos y gloriosos templos de Egipto y de la Historia de la Humanidad.

Estatuas sedentes del Santuario, Ramses entre Amon-Ra y Path. 
En su interior, con un esquema muy similar al tipo de templo egipcio, una de las colecciones de pintura egipcia más importantes y mejor conservadas. En constantes escenas de Ramses II con todo los dioses relevantes egipcios, llegando a verse a Ramses sentado con los dioses, él era un dios en la tierra. Destaca también su gran Sala Hipostila de 18 metros de largo por casi 17 metros de ancho, con las mencionadas estatuas-pilares osiríacos, Ramses II como Osiris, el divino faraón era inmortal como el dios del inframundo.

Ramses II en los relieves de su templo en Abu Simbel aplastando a los Hititas.
Los sublimes relieves de las campañas militares de Ramses II, fundamentalmente de la señalada batalla de Qadesh. Junto con una segunda sala, menor de tamaño, formada por cuatro pilastras con magníficas pinturas de Ramses II y sus ofrendas a los dioses. Pasando por un vestíbulo transversal hasta llegar al Santuario del faraón, todo en tamaño decreciente, algo típico de los templos del Egipto faraónico. En el angosto Santuario destacan las cuatro esculturas sedentes y talladas en la roca de Ramses II como Ra-Hojarti, la deificación de Ramses, junto con Amón-Ra y Ptah, señor de la magia y dios creador de la mitología egipcia.

Otra vista de la fachada con las colosales estatuas de Ramses II con su corona dualista.
En el exterior destaca su fachada de 33 metros de altura y 38 metros de ancho, vigilada y flanqueada por cuatro gigantescas estatuas sedentes adosadas de más de 20 metros de altura, que representan a Ramses II coronado con la doble corona dualista, como gran monarca del Bajo y Alto Egipto. Sobre ellas, un friso formado por 22 babuinos, el animal adorador de Ra, el demiurgo egipcio. El Templo menor de Nefertari está dedicado a la diosa Hathor, diosa del amor y la belleza, la Afrodita egipcia, y cuenta con otra magnífica fachada formada por seis estatuas-pilastras excavadas en la roca, en este caso de pie. Todas son de igual tamaño, cuatro representan a Ramses II y dos a Nefertari, algo muy poco habitual en el Egipto antiguo. Normalmente, la estatuas del faraón siempre eran de mayor tamaño que las de sus esposas, lo que refleja la devoción de Ramses II por la gran Nefertari. 

Templo menor de Nefertari, cuya fachada es sublime con sus seis estatuas.
En definitiva, otro gran hallazgo arqueológico, uno de los más relevantes de la Egiptología, que, como otros tantos descubrimientos, se produce por las exploraciones de intrépidos viajeros y conseguidores de antigüedades del siglo XIX, en este caso del gran, en estatura e ingenio, Giovanni Belzoni. Un siglo tan convulso y revolucionario en lo político, como inquieto y relevante en lo cultural y científico, que nos permitió descubrir maravillas como Abu Simbel. 

Bibliografía: 
Giovanni Belzoni. Viajes por el Nilo y Nubia. Editorial Confluencias, Almería, 2012. 
J.M. Parra. Abu Simbel, el templo rescatado de la arena. Historia de National Geographic, nº 123, 2014. 
J. Padró. Historia del Egipto faraónico. Alianza. Madrid, 2003.

Comentarios

  1. Peter, que nos hubiese gustado vivir en aquella época y poder realizar esos viajes. Como siempre me ha gustado el post. Un abrazo.

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    1. César enormes gracias por tu comentario. En aquella viajaban mucho los que podían, básicamente igual que ahora jejeje. Otro gran abrazo y me alegra que te haya gustado la historia del hallazgo de Abu Simbel.

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