Pasajes de la Historia VI: La Batalla de Muret. 12 de Septiembre de 1213.

Murallas de Carcasona.

La Corona de Aragón durante los siglos XI y XII se va centrar en su destacada vocación mediterránea y en su proyecto de crear un gran estado a caballo entre los Pirineos. Ramón Berenguer I, conde de Barcelona, adquiere derechos sobre los condados de Carcasona y Rasês. Ramón Berenguer III, por su parte, hizo entrar en la orbita catalana a la Provenza. Pero es con Alfonso II “el Casto” cuando la unificada corona aragonesa-catalana alcanza su máximo desarrollo, extendiendo su influencia por toda la zona del actual Languedoc. Donde se asiste a la expansión de un nuevo movimiento religioso, el catarismo. Una iglesia que pretendía regresar a los orígenes evangélicos del cristianismo, en contraposición con una Iglesia romana que se había alejado demasiado del mensaje evangélico. Una Iglesia católica, gobernada desde 1198 por Inocencio III, el gran instaurador de la teocracia pontificia, que se va empeñar en la peligrosidad de dicho movimiento religioso. Una minoritaria Iglesia que emponzoñaba a la plebe ignorante y a la nobleza. Además se burlaba del catolicismo, de los representantes papales y se resistía al pago de los diezmos eclesiásticos. Todo en una zona donde eran los propios señores feudales los que toleraban la propagación del catarismo, siendo muchos vehementes adeptos de la herejía.

Vista noctura de la bella Carcasona.

Ante la ineficacia del clero local, la lentitud de las predicaciones o el envío de legados papales. A inicios del siglo XIII, Inocencio III declara una gran cruzada contra la herejía de los cátaros o albigenses lo que contribuye a la crisis del dominio catalano-aragonés de la zona. La llamada Cruzada Albigense contra los enemigos de la fe, cuyo pretexto es el asesinato de un legado papal, llamando a todos los prelados y nobles de la cristiandad a que tomaran las armas para aniquilar la herejía. Una cruzada encabezada por Arnau Amalric, el abad de Citeaux, de origen catalán, que dirigía un ejército internacional de caballeros franceses y occitanos. Una cruzada triunfal que pronto toma Béziers o Carcasona, donde Simon de Montfort, ambicioso y sanguinario, es elegido, por Arnau, nuevo líder del ejército cruzado y vizconde de Carcasona.

Pedro II "el católico".

Por su parte Pedro II "el católico", rey de la corona de Aragón y señor de la tierra de Carcasona, se enfrenta al dilema de apoyar a sus vasallos los cátaros o mantener su sumisión al papado. Finalmente se niega a recibir el obligado homenaje de Simon de Montfort y rechaza los ataques cruzados. Sin embrago, los cruzados siguen avanzando y toman plazas tan destacadas como: Lavaur o Tolosa, donde se queman a cientos de cátaros. Pedro II crecido tras derrotar, junto con Castilla, a los almohades en las Navas de Tolosa (1212), se propone hacer frente al ejército cruzado. Prometiendo proteger a sus vasallos occitanos e impulsando la ortodoxia católica.

Plano de Muret en 1213, obra de F. X. Hernández.

El enfrentamiento frontal estaba servido, y la llanura del Castillo de Muret fue su escenario. El ejército de Pedro contaba con una superioridad manifiesta, unos cuatro mil caballeros catalanes, aragoneses y occitanos frente unos mil caballeros cruzados al mando de Montfort. Un combate a campo abierto condicionado por la estratagema de Montfort, que amago con retirarse para atraer fuera de su posición a la caballería de Pedro II, para regresar sorpresivamente chocando con virulencia ambos ejércitos. Lo que hizo que las huestes aragonesas quedaran en una peligrosa posición central. Donde penetraron los cruzados y el rey fue derribado de una lanzada en el costado, muriendo de inmediato entre el anonimato del fragor de batalla. Pronto corrió la voz de su muerte lo que se tradujo en el abandono de las tropas del rey y los cruzados toman el dominio total del campo de batalla alcanzando una victoria sin paliativos. Los cruzados de Montfort habían derrotado a un ejército tres veces mayor en número. Las crónicas de la época hablan de unos diez mil muertos aragoneses. Por su parte, Simon de Montfort logró encontrar el cadáver del rey, y tras rendirle honores lo entregó a los hospitalarios, posteriormente sería regresado su cuerpo a Aragón.

Miniatura Medieval: Cátaro en la Hoguera.

La cruzada contra los cátaros prosiguió, ya con la intervención directa del rey de Francia Luís VIII, pero los cátaros sobrevivieron a la cruzada e incluso se vieron reforzados por su halo heroico. Roma no consigue su desaparición hasta que no inventa su más eficaz arma, la Inquisición. Por su parte, tras Muret, la Francia de los Capetos amplia sus dominios y se abre hacia el Mediterráneo. Ya que cuarenta años después, Jaime I de Aragón y Luís IX de Francia firman el tratado de Corbeil (1258), que supone la renuncia de Aragón a su proyecto de Occitania, anexionado definitivamente la corona francesa el Languedoc en 1271.

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